lunes, 31 de agosto de 2015

Mirando de reojo.

Sentada frente al fuego miraba de reojo tu reflejo. Estaba sentada pensando en no pensarte, vagando por ese pueblo mágico y pasando entre miles de personas con caras iguales y sentimientos irreales.

Llovía como si el cielo llorara por las desgracias del destino, yo, por mi parte, miraba al fuego como maestro tratando de enseñar algún tema, ¿el tema? La paz. Increíble como algo tan temido como el fuego, me hiciera sentir tanto equilibrio con el calor. No me desvío del tema, las drogas me hacían derretirme, y el fuego me moldeaba a su parecer.

Estaba naciendo para morir, y muriendo para nacer.
29/8/2015

El trueno y el fuego.

Me confunde.

Tu risa resonaba en mis oídos cada vez que cerraba los ojos, te abrazaba para no sentir frío y te pegabas a mi, supongo, por el mismo motivo.

Lentamente te aproximabas a mi y te ponias a mi lado bailando, te reías y sonreias, me confundía mucho tu caminar, no sabia si querías ir por mi sendero o por  cualquiera de ellos que te provocara algo en estómago. Estábamos drogadas, tu en puntos parecías constante a mi, y en otros, una sombra en el andén.

No buscaba tenerte, pero había momentos en los que te tenía; ahí, justo dormida sobre mi, bailando por lapsos y en calma por otros.

No se si me interesa saberte queriéndome, o me molesta el no saberte... Siempre fuiste igual de libre que un trueno, y yo igual de calmada que el fuego, y ¿sabes? Para mi el fuego jamás se apaga, siempre aparece en algún otro lado, y los truenos... Esos tampoco, algunos dan miedo, otros son solo luz, yo creo que por eso no se puede esta tormenta, porque tu luz apaga la mía, y a veces, solo a veces, las fogatas acompañadas de truenos son el espectáculo buscado.

No te espero, tampoco busco, pero si vuelves a mi, hagamos de esta tarde soleada una tormenta imparable y quedemonos dormidas hasta el amanecer.